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CRISIS EDUCATIVA
Deserción escolar, una de las consecuencias de la pandemia
“Hay un millón de chicos que se fueron de la escuela y hay que buscarlos uno por uno”. Jaime Perczyk, el ministro de Educación de la Nación, asumió el cargo en reemplazo de Nicolás Trotta tras el recambio de Gabinete luego de la derrota oficialista en las PASO. Y sus primeras declaraciones fueron para admitir uno de los problemas más graves que dejó la pandemia y en su verdadera dimensión, con una cifra desoladora: los pupitres vacíos por un millón de niños, niñas y adolescentes que interrumpieron o discontinuaron su vínculo pedagógico.
Miercoles, 20 de Octubre del 2021 - 10:08 hs.
Deserción escolar, una de las consecuencias de la pandemia

Asumir el problema es parte de la solución, pero también lo es conocer a fondo las causas y condiciones que dieron lugar a esta crisis educativa que afecta a las infancias, a las juventudes y a sus familias, y en consecuencia también a toda la sociedad. El modo en que se gestionó la pandemia –con el diario del lunes, porque en marzo de 2020 no existía un manual sobre cómo manejar un problema sanitario de esa magnitud y sus múltiples consecuencias– tiene que ver con esta situación; pero también otras cuestiones estructurales preexistentes, dentro y fuera de las escuelas.
“Hay muchísimos estudiantes que han dejado de asistir a la escuela y es por distintos motivos, pero como ocurre siempre, hay algunos motivos que son principales y otros que son secundarios”, dice Martín Tactagi, profesor de Lengua y Literatura y doctor en Ciencias Sociales, quien en su tesis de doctorado investigó sobre la deserción de los jóvenes en escuelas secundarias de barrios populares. Además es parte de la Escuela de Formación de la seccional Paraná de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos.
Hace una semana, Tactagi hizo un relevamiento de una escuela en concreto de jóvenes y adultos de la capital provincial, que prefiere no identificar, de donde surgió que dejaron de estudiar alrededor de 100 alumnos en lo que va del año, sobre una matrícula que era de alrededor de 250.
“Los motivos fundamentales, lo digo con verdadero conocimiento porque me encargué de llamarlos uno por uno, en la mayoría de los casos es que los estudiantes consiguieron un trabajo o tuvieron que resolver la forma de vida de su familia y el sostenimiento de la casa. Por lo tanto, el problema es netamente económico”, explica.
Esto significa que, más allá de las dificultades que se presentaron para sostener el vínculo pedagógico cuando pasó a depender de la tecnología, hay una problemática estructural que son las condiciones de vida de un gran sector de la población que se agravaron durante la pandemia. Entre estudiar y sobrevivir, la opción es clara. Entonces, ir a buscarlos, cuentan muchos docentes, es algo que ya se hizo y sigue haciendo desde las escuelas, pero sostenerlos en la institución resulta imposible si el Estado no remedia las necesidades básicas de esas familias.
“Hay que buscarlos uno por uno, como dice el ministro de Educación, pero no se trata de voluntarismo. Si uno quiere atender el problema con la seriedad que se necesita, hay que ir a buscarlos uno por uno, pero sobre la base de un presupuesto que atienda las necesidades de esos estudiantes”, sostiene Tactagi.

La pandemia expuso la situación

“No podemos pensar la escuela al margen de lo que ocurre en la sociedad”, reflexiona el docente. En la investigación que realizó junto a otros entre 2015 y 2018, que fue fruto de su tesis doctoral, indagó por qué muchos jóvenes no pueden terminar la escuela secundaria, para lo cual fue necesario que fuera a conversar con las familias de los barrios populares. Allí es donde viven esos jóvenes, que fundamentalmente asisten a las escuelas públicas y no logran completar sus estudios.
¿Con qué se encontró en aquel escenario prepandemia? Con que esas familias “carecen de una historia personal de haber transitado la escuela secundaria”. O en otras palabras: “Hay un capital cultural del que no se han apropiado esas familias para poder pensar cómo se transita una escuela secundaria. Muchas de ellas apenas han cursado la escuela primaria”.
Según las conclusiones de Tactagi, esta situación, que fue un problema desde siempre, se volvió patente a partir de 2006, cuando la secundaria pasó a ser obligatoria con la Ley de Educación Nacional N° 26.206, durante el gobierno de Néstor Kirchner. Antes, la sociedad naturalizaba que los jóvenes de barrios vulnerables “miraran la secundaria desde la vereda”.
¿Qué pasa ahora con esos chicos que tienen que ir a la escuela y no van? Esto es lo que “explotó con la pandemia”. Así lo explica el docente: “A estos estudiantes, que antes de ser obligatorio no iban a la escuela, los sosteníamos con muchos mecanismos de contención social, roperos, rifas, bingos, a costa de que la escuela fuera de alguna manera negociando cuánto exigía y cuánto no. Esto se cortó con la pandemia, porque dejó de ser ese espacio que los pibes tenían de contención. La virtualidad quebró esa cadena de vínculos que se fue forjando en la última década. Esto resultó en este millón de estudiantes que se desconectaron”. Luego insiste: “Esos jóvenes no tienen el problema dentro de la escuela”.


Fuente: Uno