15/09/2025  -  Interés General
"NO ERA LA FORMA DE LLEGAR"
La historia del clarense que fue deportado de Estados Unidos
Mario Robles, un joven argentino de 25 años oriundo de Villa Clara, regresó al país luego de ser deportado de Estados Unidos tras intentar cruzar ilegalmente la frontera desde México. Su retorno estuvo marcado por la emoción de reencontrarse con su familia y el dolor de las condiciones en las que fue trasladado. “Llegué a mi tierra contentísimo; es lo más bonito volver al lugar donde uno nació, pero me siento destrozado: no era la forma de llegar”, expresó.

El jueves por la madrugada, Robles fue parte del grupo de argentinos que arribó al aeropuerto internacional de Ezeiza en el vuelo OAE 3642, un Boeing 767-300 de Omni Air International proveniente de Alexandria, Louisiana.

Según relató, el operativo estuvo rodeado de confusión entre la terminal principal y la privada (FBO), donde finalmente se concretaron los reencuentros entre los deportados y sus familiares. “Hacía siete años que no veía a mi mamá. Me apretó tanto que casi me saca los pulmones. Fue felicidad, pero me quedó mal sabor de boca porque no era la forma”, lamentó Robles.



Una vida construida en México



Antes de su intento por alcanzar el “sueño americano”, Mario había construido una vida en México, país al que emigró en 2019 buscando mejores oportunidades económicas. Allí trabajó como encargado en una empresa de construcción, se casó con su esposa mexicana y se convirtió en padre de Roxana, su hija de tres años. “Ella es todo para mí”, aseguró el joven, quien adoptó un acento mexicano para adaptarse a su entorno. “No fue porque yo quisiera ni porque me avergüence de mi país. Me vi obligado a hacerlo. Si te ven de otro lado, enseguida pueden decirte: ‘te vamos a deportar’”.

Con trabajo estable pero sin vivienda propia, la idea de cruzar a Estados Unidos comenzó a tomar forma hace tres años. Su objetivo era claro: “El famoso sueño americano es irte tres o cuatro años. Un año entero le pagás al coyote; los otros años son para levantar tu casa y hacerte de una camioneta. Yo iba por mi casa y por un negocio; regresarme con mi familia. Eso quería”. Sin embargo, su esposa consideraba el plan demasiado arriesgado. “Necesito irme para asegurar el futuro de mi hija. Uno viene al mundo a eso: a asegurarles el futuro”, insistió.


El cruce y la detención


El viaje inició entre el 15 y el 16 de agosto, cuando Mario tomó un colectivo hasta la frontera y esperó su turno para cruzar el río Bravo por Texas. En el trayecto hacia San Antonio, el vehículo en el que viajaba fue detenido por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Ante la revisión del vehículo, Robles intentó huir. “Me quité la manta y salí corriendo. Tardaron como dos horas en agarrarme. Mandaron drones y perros. Me escondí en una zanja de un metro cincuenta de profundidad, corté ramas para taparme porque los drones detectan el calor. Veía las luces de la ciudad. Diez minutos más y llegaba”, relató.

Finalmente fue capturado por un perro rastreador y trasladado a Laredo, Texas, donde pasó por la “hielera”, una habitación pequeña donde debía usar mantas térmicas. “Era puro aturdimiento por el ruido. No podías llamar a tu familia hasta ir a la Corte. Estás incomunicado”, explicó. Tras declarar ante un juez, logró comunicarse con la Embajada argentina. “La Embajada y el Consulado se portaron de 10 puntos en todo momento”, destacó en diálogo con La Nación.

Posteriormente fue enviado a un centro de detención privado donde pasó casi un mes. Aunque recibió alimento y pudo comunicarse con su familia al cargar crédito en su cuenta, denunció que las condiciones eran inciertas: “No tenés noción de cuándo te sacan. Les preguntás a los guardias y hacen oídos sordos”. Además, señaló que los internos eran sometidos a música constante como parte del régimen cotidiano: “Trataban de dañarte la mente para que no pienses”.



El vuelo y la llegada a Argentina


El traslado hacia Argentina confirmó los temores del joven sobre las condiciones del viaje. “Nos subieron en Louisiana encadenados de los tobillos, la cintura, los pectorales y los brazos. Cuatro cadenas. Apenas podías caminar y comer, con las dos manos así atadas”, denunció Robles, quien permaneció encadenado durante casi 40 horas entre el trayecto terrestre y aéreo. Según afirmó, las cadenas fueron retiradas minutos antes del aterrizaje en Ezeiza para evitar que los argentinos vieran cómo eran transportados.

En el vuelo viajaban personas de distintas nacionalidades: “Como 120 colombianos, unos 83 brasileños, niños y personas grandes, y 10 argentinos”. Mario destacó que los compatriotas permanecieron unidos durante todo el proceso. Sin embargo, denunció que algunos sufrieron pérdidas: “A dos argentinos les desaparecieron pertenencias: celulares, dinero, tarjeta de banco, documentación”.

El reencuentro con su madre fue emotivo pero doloroso por las circunstancias del regreso. “Yo quería llegar con mi hija, que mi mamá la reciba en la puerta, que corra, que cocinen juntas, que la apapache. No fue así. Llegué esposado como si hubiera matado a más de 50 personas, como de una cárcel de máxima seguridad”, expresó con tristeza.


Un futuro incierto


Mario Robles ahora enfrenta la urgencia de regresar a México para reunirse con su esposa e hija. “Ella no tiene la culpa de los errores que uno comete”, reflexionó sobre su pequeña Roxana, quien enfermó durante su ausencia. Aunque cuenta con documentación mexicana en regla, lamenta haber confiado en información errónea proporcionada por ICE sobre una posible deportación a México: “Si sos ciudadano de otro país, te mandan al país de origen. A ellos no les importa si tenés mujer en México o en El Salvador”.

El joven concluyó su relato con una lección personal: “El dinero no lo es todo. Lo más importante es la familia. Uno piensa en lo material, pero si te alejan de la familia, con toda la plata del mundo no la ves”. Además, agradeció el apoyo recibido por parte del Consulado argentino: “En todo momento estuvieron conmigo”.

Su madre Natalia también quiso dejar en claro un aspecto importante sobre las circunstancias del caso: “Yo sabía que a mi hijo lo habían deportado pero porque él pasó ilegal. Pero no son ni asesinos ni criminales”.

Con planes inmediatos para regresar a México y evitar repetir errores del pasado, Mario Robles enfrenta un nuevo desafío: reconstruir su vida junto a su esposa e hija mientras reflexiona sobre las consecuencias de buscar mejores oportunidades lejos de casa.

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